El ayuntamiento pretende que en la ciudad no se necesite usar el coche.
La ciudad de Nueva York planea quitar a los automóviles, en la legislatura que acaba de comenzar, un 25 % del espacio urbano para dárselo a usos públicos entre los que están los carriles de autobús o de bicicletas, nuevos espacios peatonales, zonas verdes y aceras más anchas.
Dentro de esos nuevos usos públicos también estará la expansión de las «escuelas abiertas», una continuación de una idea nacida en la época del confinamiento por la covid-19 y que permitió sacar a las calles o plazas contiguas a las escuelas algunas actividades escolares.
De igual modo, la alcaldía impulsará los «restaurante abiertos» —lo que en los países hispanos se llaman terrazas—, una rareza en Nueva York antes de la covid-19 y que la pandemia «animó» a que expandieran su actividad en la calle robando a veces carriles enteros de las calzadas, aunque en ocasiones tengan que recurrir a «burbujas» de plástico climatizadas para permitir a los comensales soportar las gélidas temperaturas del invierno.
Respecto a la bici, en un día normal se registran 530.000 viajes en bicicleta en Nueva York, y cada mes hay 773.000 neoyorquinos que usan su bicicleta varias veces al mes.
Con un incremento anual del 4,7 % en el uso diario de las dos ruedas, se ha duplicado el número de viajes en 10 años, entre 2009 y 2019, pero su visibilidad se hizo sobre todo aparente en 2020, cuando la mayoría de locales, escuelas y negocios cerraron en Nueva York y las calles se vaciaron de automóviles.
Hoy en día hay en la ciudad 2.212 kilómetros de carril-bici, pero solo 546 millas están «protegidas» —es decir, con infraestructura exclusiva, lo que no ha ayudado a evitar la cifra relativamente alta de ciclistas fallecidos en los últimos años: 28 en 2019, 26 en 2020 y 19 en 2021.
El plan del alcalde es añadir 300 millas más de carriles protegidos, y considerar todas las vías ciclistas como prioritarias para su limpieza (especialmente tras las nevadas), teniendo en cuenta que son «lugares de trabajo»
Respecto al autobús, los autobuses de la Gran Manzana son los más lentos de Estados Unidos, según reconoce la municipalidad: con una media de 8 millas por hora (12 km/hora), baja todavía más en horas punta, lo que tal vez explica que el número de usuarios haya caído un 13 % en cuatro años.
La alcaldía pretende mejorar los carriles bus, para doblar el número ya bajo de 150 millas en toda la ciudad e implantar un sistema de semáforos inteligentes (hay 14.000 cruces con semáforos en la ciudad) que permitan a los autobuses pasar con preferencia sobre los automóviles.
Dentro de los planes del alcalde también está avanzar en la peatonalización de las calles, sin cifras concretas en una ciudad y un país donde queda todo por hacer en comparación a modelos europeos: en Nueva York, la única zona peatonal (y no por completo) es la que rodea a Times Square, algo que se impuso con gran oposición de los comerciantes.
Todos los planes del alcalde tienen como fin último mejorar la calidad del aire: durante el confinamiento, la desaparición del coche de las calles neoyorquinas se tradujo en una caída del 23 % de la contaminación del aire de micropartículas, y por ello si se reducen de forma sostenida el tráfico rodado, la municipalidad calcula que se llegará a un 34 % de caída.
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