La utilización de los datos y un sistema integrado de acceso a todos los medios públicos son clave para competir con el coche.
Una gran área metropolitana es un espacio donde se mueven millones de personas (y vehículos) todos los días, las 24 horas del día. Es una complejidad que, desde hace décadas, obliga a las autoridades a recurrir a los ordenadores para encontrar soluciones. «La digitalización no es un fenómeno nuevo», explica un informe de la Unión Internacional del Transporte Público (UITP). Y lo que ya era complicado se está volviendo aún más gracias a la entrada en el mercado de nuevas formas de movilidad (desde bicicletas eléctricas hasta patinetes de alquiler) que, aunque minoritarias, viven un crecimiento tal que obligan a replantearse el reparto del espacio en las calles, que hoy comparten vehículos de transporte público y privado, de carga y pasajeros, así como el tráfico de peatones. La entrada en circulación de los vehículos compartidos —una tecnología que, según la consultora KPMG, llegará a su madurez a lo largo de la próxima década— no va a hacer sino acelerar el proceso.
Afortunadamente, la tecnología también ha traído otras herramientas. «Tenemos un montón de datos», considera Roni Floman, director de marketing de Optibus. «Desde móviles hasta servicios de movilidad, pasando por sistemas de emisión de billetes, aplicaciones y más. Y con eso, gracias a la inteligencia artificial, podemos planificar servicios dinámicos que pueden atender a la gente en una ciudad de la mejor forma posible combinando varios modos».
No es tan sencillo. El peso del transporte personal en el mix (según un estudio de 2017, el 62% de los desplazamientos al trabajo o al lugar de estudio se hacen en vehículo privado), sumado al componente de estatus que sigue suponiendo el coche, obliga a seguir teniéndolo en consideración a la hora de diseñar redes y espacios. «El término planificación parte de que los poderes públicos tienen un control sobre el transporte», apunta José Manuel Vassallo, catedrático del Departamento de Ingeniería del Transporte, Territorio y Urbanismo de la Universidad Politécnica de Madrid. «El control lo tienen realmente sobre el funcionamiento del transporte público y sobre los incentivos a viajar». «La disrupción y el ritmo del cambio también generan miedos y resistencias que ponen en duda nuestra habilidad de aprovechar esta transición hacia un futuro mejor», considera González.
Sobre todo, porque el futuro puede no tener límites, pero las vías públicas sí. «La pregunta es cómo usar el espacio limitado en las calles de la mejor manera posible», considera Floman. «La respuesta es el autobús u otros medios de transporte colectivo: es lo que mueve más gente por hora. Punto. Hay que proteger el transporte público y sólo entonces pensar en tecnologías inteligentes que lo combinen con otras formas de transporte —coche compartido, ciclomotores, VTC— para el primer y último kilómetro de un viaje».
«En Optibus, una startup israelí cuyos productos utilizan algoritmos y aprendizaje automatizado (machine learning) para diseñar horarios de autobuses, lo conocen de primera mano. «Diseñar el transporte es muy complejo», señala Floman. «Nosotros ya sabemos en nuestra empresa que planificar un servicio de autobuses es muy difícil y proveer un mejor servicio a menor coste requiere inteligencia artificial y algoritmos. Juntarlo todo necesita aún más tecnología».