Blade Runner, Regreso al Futuro, y hasta alguna de Batman han mostrado en el cine coches que vuelan. Añadir la capacidad de despegarse del asfalto a nuestros vehículos particulares no solamente era un sueño relacionado con el mensaje de libertad que se impuso con la fabricación masiva de automóviles, sino también una necesidad, habida cuenta de la cantidad creciente de personas cuyas vidas comenzaban a transcurrir en gran medida dentro de un atasco.
Así, desarrollar coches voladores era la gran esperanza blanca de la movilidad en la época dorada de la gasolina. Pero nunca llegó. La realidad es que, aunque los coches de ahora parezcan más naves espaciales que otra cosa y hayan ganado en altura, ya sea por dejar espacio para que quepan los bebés de última generación —su sillita, se entiende— o para sentirnos por encima del vecino dentro del atasco, las gomas siguen mordiendo el asfalto, por más caballos que añadamos y por más fuerte que pisemos el acelerador. No, no vuelan.
Sin embargo, en sigilo, hay un sector que está a punto de subirse al fenómeno de ir a comprar el pan por aire. El desarrollo de los aerotaxis en España y en otros países, principalmente europeos y asiáticos, representa uno de los avances más prometedores en el ámbito de la movilidad urbana. A medio camino entre la innovación tecnológica y la reestructuración de las ciudades, estos vehículos eléctricos de despegue y aterrizaje vertical (conocidos como eVTOL) están transformando la manera en que se concibe el transporte de personas en entornos urbanos y regionales. Aunque todavía se encuentran en fase de pruebas, los progresos realizados en los últimos años, tanto a nivel regulador como tecnológico, apuntan hacia una inminente revolución.