Expertos en salud pública y epidemiología destacan que, con las nuevas medidas de seguridad, que incluyen mascarillas y desinfecciones, y los sistemas de ventilación el riesgo de infección es bajo.
Las imágenes de vagones de metro o de Cercanías atestados en plena pandemia han generado en muchos ciudadanos miedo a usar el transporte público. Durante el estado de alarma, ese pánico se asentaba sobre el poco conocimiento de la enfermedad “El coche no es una solución sostenible ni de futuro, pero en estas circunstancias es una opción”, llegó a decir en abril el ministro de Transportes, José Luis Ábalos—. Ahora, sin embargo, estudios en varios países descartan que sea una de las principales fuentes de contagios, mientras expertos en salud pública destacan que con las nuevas medidas de seguridad —mascarillas, desinfecciones— y los sistemas de ventilación el riesgo de infección no es elevado, sobre todo comparado con otras actividades como comer en un espacio cerrado o el ocio nocturno. Además, en España no se ha identificado ningún brote en metros, trenes o autobuses. Pero el miedo permanece: según una encuesta de la OCU realizada a finales de julio, el transporte público es el espacio percibido como más peligroso (31% lo considera muy inseguro), por delante de actividades deportivas en espacios cubiertos (28%) y eventos culturales (25%). Cambiar esta percepción es fundamental para evitar el colapso de las ciudades cuando se recupere la movilidad.
“Hay que pensar en por qué el transporte público se ha demonizado y otros lugares donde se junta mucha gente han pasado desapercibidos. Aquí entra en juego la batalla por la movilidad de las ciudades, donde la industria del coche está ejerciendo un peso muy grande frente al transporte colectivo. En todos los anuncios de coches la palabra seguridad es el eje central”, explica Pedro Gullón, de la Sociedad Española de Epidemiología. El hecho de que la mascarilla se hiciera obligatoria antes en metros y autobuses —el 4 de mayo— que en el resto de espacios —21 de mayo— también ha jugado un papel en esta estigmatización. “El uso del coche se está recuperando mucho más rápido que el del transporte público, a nivel mundial el vehículo privado en las ciudades está ya entre un 70% y un 80% de los niveles prepandemia, mientras que metros, trenes y autobuses no superan el 50% o 60%”, explica David Lois, investigador del Centro de Investigación del Transporte de la Universidad Politécnica de Madrid. En España, el transporte colectivo urbano perdió un 90% de sus viajeros en marzo y abril; acabadas las restricciones de movilidad, no los ha recuperado. En Madrid, el metro tuvo un 47% menos de viajeros en julio con respecto al año anterior; en Barcelona, metro y autobús redujeron sus usuarios un 46% y 49%, respectivamente, mientras el suburbano de Valencia lo hizo un 46%. Las Cercanías se mantienen a un 50% de los viajeros prepandemia.
Un reciente estudio analizó a 2.300 pasajeros que viajaron infectados en trenes de China entre diciembre y febrero (pico de la epidemia allí) y a 72.000 viajeros que se sentaron cerca de esos casos; el porcentaje de contagiados fue del 0,32% (234 personas). Aunque un estudio publicado esta semana analizaba un contagio masivo en un autobús en la provincia china de Hubei a finales de enero, cuando un tercio de los viajeros (23 personas) se contagiaron por una sola persona. Sin embargo, en este caso el aire del vehículo no se renovaba y los pasajeros no llevaban mascarillas.
Aunque España no ofrece datos sobre la procedencia de los contagios, ni el Ministerio de Sanidad ni las comunidades con redes de transporte público más grandes (Madrid, Cataluña y Comunidad Valenciana) han identificado hasta ahora ningún brote en estos medios de transporte. Ildefonso Hernández, catedrático de Salud Pública en la Universidad Miguel Hernández, apunta que “los estudios en los que se atribuye parte de la transmisión al transporte público eran situaciones al inicio de la pandemia, donde las medidas no eran tan estrictas”.