Desde 2013, el transporte público en la ciudad de Tallin es ‘gratuito’; pero varios estudios demostraron que el factor precio no es determinante en la elección del automóvil teniendo mucho más peso el tiempo del trayecto, la comodidad del mismo o la disponibilidad del vehículo propio.
Actualmente, el coste mensual de viajar en transporte público en algunas ciudades europeas puede llegar a ser muy elevado; en Barcelona –por ejemplo- el precio de la T-mes de dos zonas ya supera los 70€, en Berlín los 120€ y en Londres el costo es casi de 200 libras mensuales.
En 1997, la ciudad belga de Hasselt introdujo la innovadora iniciativa del ‘transporte público gratuito’ por toda la ciudad, la cual duró activa 16 años porqué resultó económicamente insostenible. Posteriormente, pequeñas localidades como Aubagne, en el distrito francés de Marsella, también replicaron esta idea pero nada comparado con el ambicioso proyecto que desarrolló la ciudad de Tallin en 2013.
La capital de Estonia, con una población que sobrepasa los 400,000 habitantes quiso experimentar con la movilidad urbana en el año 2013. La pregunta que en aquel entonces su alcalde populista, Edgar Savisaar se formuló fue: ¿si el transporte público es ‘gratuito’ para todos los residentes de la ciudad, disminuiremos el uso del coche?
Con esta medida, el gobierno esperaba obtener resultados positivos relacionados con la disminución de las emisiones de carbono y la congestión vial, facilitar el acceso a empleos para los habitantes de bajos recursos y a la vez, ampliar la movilidad urbana y la inclusión social.
Cuando se implementó esta iniciativa, la ciudad de Tallin añadió 70 nuevos tranvías y unidades de autobuses, construyó carriles exclusivos, aumentó la afluencia de servicios y expandió rutas.
Pero, según un estudio realizado por el Real Instituto de Tecnología de Suecia se demostró que esta medida no resultó del todo exitosa.