Los caminos escolares se presentan como propuestas de movilidad sostenible para la construcción de entornos urbanos compartidos, seguros y limpios.
Desde el año 2000, la Comisión Europea celebra en septiembre la Semana Europea de la Movilidad (SEM). Este año el tema elegido se centró en la movilidad limpia, compartida e inteligente bajo el lema “¡Compartir te lleva más lejos!”. En este contexto, nos encontramos con proyectos que llevan obteniendo excelentes resultados tanto en el ámbito europeo como en el estatal y que surgen de la necesidad de recuperar el entorno urbano para la infancia y la adolescencia. Si nos aproximamos a la realidad cotidiana, rápidamente comprobamos que es necesario intervenir de manera urgente.
Hoy en día, pasar por la puerta de un centro educativo en hora punta es, como poco, angustioso: atascos, vehículos en doble fila, aglomeraciones… Continuas situaciones de peligro y nervios forman parte de la foto diaria de cualquier colegio. En este ambiente suele resultar complicada la incorporación tranquila y sosegada a la tarea escolar. En primer lugar, se produce un aumento de tensión y ansiedad que repercuten en la salud. Además, el uso del automóvil particular incrementa el riesgo de accidentes. También crece la contaminación por la emisión de gases emitidos a la atmósfera y se reduce el poder adquisitivo de las familias debido al coste monetario que supone el desplazamiento.
Sin embargo, esto no fue siempre así. Hasta los años 70-80 eran habituales los grupos de niños que llegaban a pie a su centro educativo. Con el paso del tiempo las ciudades se fueron desarrollando con el transporte motorizado como eje central, lo que supuso un cambio radical: las calles dejaron de ser seguras para los niños. Así llegamos al proyecto más conocido e inspirador en este ámbito: “La Ciudad de los Niños” en Fano, Italia, de la mano del pedagogo Franco Tonucci “Frato”, cuyo principal objetivo era conseguir una ciudad que se desarrollara pensando en los niños y niñas en lugar de los coches.
Los caminos escolares son proyectos transversales que promueven itinerarios que permiten al alumnado desplazarse a su centro de enseñanza de manera segura, saludable, sostenible y autónoma. Existen variantes, como el camino libre, el bus a pie o pedibús, el bicibús, transporte público…
Hay que tener en cuenta que la puesta en marcha supone un compromiso por parte de la Administración, la comunidad escolar y el entorno social. De esta implicación multidisciplinar se produce el éxito de la experiencia en gran número de ocasiones. Los resultados tienen un efecto global. Las niñas y niños mejoran su salud al abandonar prácticas sedentarias, desarrollan su autonomía personal y disfrutan de espacios en libertad. Las familias aprenden a confiar en sus hijos y a perder el miedo a “dejarlos solos”. Los equipos docentes se implican en propuestas sensibilizadoras y motivadoras que conciencian acerca del mundo… En definitiva, una aventura en la que ganamos todas y todos. Caminante no hay camino… En este caso sí, camino a la escuela.