«Los nuevos modos de transporte tienen como objetivo principal hacer que los ciudadanos dejen aparcado su vehículo en casa o directamente ni se lo compren», explica Rocio Cascajo, directora técnica del Observatorio de la Movilidad Metropolitana.
Las restricciones al uso del vehículo privado están cerrando la puerta de las grandes ciudades a millones de conductores y abriendo una enorme oportunidad de negocio a las empresas en el campo de la movilidad urbana. A esta llamada han acudido ya una veintena de compañías -entre las que se encuentran varios grupos del Ibex- que aspiran a controlar la mayor parte de los 57 millones de desplazamientos que se producen cada día en las 20 principales ciudades españolas. La carrera acaba de comenzar, pero el pulso empresarial es a largo plazo si se tiene en cuenta que en 2050 el 80% de la población mundial vivirá en los grandes entornos urbanos.
En Madrid, epicentro español de la nueva movilidad tras las restricciones al tráfico aprobadas por el Ayuntamiento, está creciendo con fuerza el número de plataformas en el conjunto del nuevo abanico del transporte: alquiler de vehículos con conductor, como Uber y Cabify; coches, motos y bicicletas de uso por minutos o, los últimos en irrumpir, patinetes eléctricos.
La competencia es máxima y, a pesar de todo, la gran mayoría de estas nuevas compañías presenta importantes márgenes de crecimiento mes a mes. Por ejemplo, el número de madrileños que utiliza los Smart eléctricos de Car2Go para moverse por la ciudad creció un 41% en el último año, mientras que los Renault verdiblancos de Zity se han hecho con 125.000 usuarios en sus nueve primeros meses de operación y los patinetes de Lime han cubierto 350.000 desplazamientos en apenas tres meses. Y según crece su uso, mejora la cuenta de resultados. En el caso de la filial ibérica de Car2Go, controlada por el grupo alemán Daimler-Mercedes, la cifra de negocios ascendía ya a 5,48 millones de euros en 2016.
«Los nuevos modos de transporte tienen como objetivo principal hacer que los ciudadanos dejen aparcado su vehículo en casa o directamente ni se lo compren», explica Rocio Cascajo, directora técnica del Observatorio de la Movilidad Metropolitana. La clave es focalizarse en la «comodidad» esgrimida por la gran mayoría de ciudadanos para justificar el mantenimiento y uso habitual de su coche frente a la falta de alternativas en el transporte público.
«La gran mayoría de los vehículos están parados el 95% del tiempo y no son rentables, aunque todo depende del uso que le dé cada persona», señala esta experta. Según la calculadora de costes que ofrece Toyota en su web, el gasto anual de un coche diésel se aproxima a 1.800 euros al año y se eleva a 2.300 en el caso de un gasolina, aunque esta suma no incluye el gasto de amortización por la compra del vehículo.