Nuevos actores y formas nuevas de movilidad, con servicios innovadores, están entrando en escena en estas décadas del siglo XXI. Entre estos servicios se encuentra el Transporte a la Demanda (TAD en español y Demand-Responsive Transport, DRT en inglés), considerado especialmente adecuado en zonas rurales o de baja densidad, frente a soluciones de transporte público convencional (TPC).
En esencia consiste en ofrecer nuevos servicios colectivos y personalizados que se adaptan mejor a las necesidades individuales (ITF, 2015). El acceso al transporte se convierte en algo vital para la libertad y el bienestar de las personas, ypara contribuir a una economía productiva. No se debe postergar la situación de desigualdad o brecha social que se origina en esas zonas más dispersas o despobladas, en las que se produce un coste creciente de transporte, una deficiencia en la cobertura y calidad del transporte, y escasa rentabilidad, unido a una menor inversión por causa de una ausencia de las ‘ventajas de aglomeración’, en contraste con el beneficio que generan las economías de escala en las zonas más pobladas (EU Parliament, 2021). Estas causas, dificultan la elección del transporte público frente al vehículo privado, porque resulta una opción cómoda, atractiva y competitiva, y que generalmente, ofrece una solución ‘puerta a puerta’. El transporte público debe seguir siendo esencial para un sistema de transporte eficiente, y los desplazamientos a pie y en bicicleta deberían ser la principal opción para trayectos más cortos.