En pleno siglo XXI, las mujeres siguen reivindicando poder disfrutar de los mismos derechos y oportunidades que los hombres. En el día a día, miles de mujeres trabajan para lograr una sociedad más igualitaria e inclusiva para todas las personas.
Uno de los elementos que puede contribuir a la inclusión laboral de las mujeres y su pleno disfrute de los derechos de ciudadanía es la movilidad cotidiana. Ésta se define como la suma de los desplazamientos que hacen las personas durante la jornada, con el fin de llegar a los lugares donde se realizan diferentes actividades (puesto de trabajo, centros escolares, equipamientos municipales, servicios). El hecho de desplazarse por el territorio es un fenómeno complejo, determinado por una multiplicidad de factores y que varía en función del grupo social que se esté analizando. Las mujeres, en general, presentan unas características relacionadas con la movilidad que las diferencian de los hombres. Si al género se le suman otras variables, como la edad o el lugar de procedencia, el análisis se vuelve todavía más complicado.
La movilidad cotidiana de las mujeres es compleja. A grandes rasgos, se caracteriza por seguir unos itinerarios no lineales, haciendo más etapas que los hombres. Las mujeres suelen combinar los recorridos para ir o volver del trabajo con otras actividades relacionadas con el rol social que todavía se les otorga, esto es, ocuparse casi en exclusiva de las tareas domésticas y de cuidado de las personas a su cargo. Además, las mujeres suelen realizar unos desplazamientos más cortos, y emplean menos tiempo que los hombres. Sin embargo, no se puede dejar de lado que el uso del tiempo también presenta diferencias en función del género. Efectivamente, aunque los itinerarios de las mujeres son más cortos, el hecho de hacer más paradas durante el trayecto conlleva que el tiempo de desplazamiento se alargue.
Las mujeres también son las principales usuarias del transporte público y las que más caminan por la ciudad, por lo que viven el territorio de una manera diferente a la de los hombres, especialmente los espacios más cercanos al lugar de residencia. En el caso de las ciudades fragmentadas, en las que hay una fuerte diferenciación de las zonas en función de cuál es la actividad principal que se lleva a cabo (barrios dormitorio, zonas de servicios, polígonos industriales), la manera femenina de entender el espacio se puede ver perjudicada si es que no hay unos buenos mecanismos para interconectar las diferentes zonas de la ciudad, como una red de transporte público potente o vías ciclistas seguras y continuas.
Un elemento clave a la hora de analizar la movilidad de las mujeres tiene que ver con la inseguridad viaria, ya sea real o percibida. Numerosos estudios muestran las estrategias de las mujeres para evitar ciertos recorridos y zonas de la ciudad, especialmente en el horario nocturno. Esto es especialmente relevante en el caso de las trabajadoras que realizan su actividad profesional por la noche. Así, es habitual que estas trabajadoras se desplacen en grupo, eviten ciertos medios de transporte, ciertas paradas o estaciones, o realicen itinerarios más largos para sortear espacios solitarios, poco iluminados o sin asfaltar.